Desde un vientre rozó la caricia de un alma infectada por una dulce espera. Hasta que por fin se concretó. El viento le molestaba al atravesar sus pupilas, el peso de su cuerpo le dilataba la mirada... un oscuro resplandor retrocedía y avanzaba ante su presencia, formando un cierto movimiento indeciso.Sus huesos con el tiempo cambiaron de tamaño, sus labios empezaron a pronunciar palabras cargadas de seguridad que nadie comprendía, su caída se volvía reticente... pero soportable.
Un corazón latente descubrió el amor, ¡Y qué ocurrencia! Un palpito habría bastado para que dejara al sufrimiento en las oscuras aguas de las alcantarillas. Pero era así como el vientre, ocurrente, la había formado: con diferencias inoportunas que su entorno se vería obligado a aceptar, especialmente la dueña de él. Recorriendo lágrimas sutiles, puentes de desesperadas desgracias, calles de eternos rechazos propios, escuelas de enseñanzas que se hacen pasajeras, museos de arte confusa y vidrieras de cristales frágiles, se dio cuenta del no- beneplácito por parte de la sociedad acerca de su persona.
No le gustó demasiado aquel descubrimiento. Agachó la cabeza y pidió perdón con necedad por su nacimiento superfluo. No había un mínimo espacio para la duda. No había sido de elección personal amar a quien no se aceptaba. No había sido ella la electora de su propia felicidad, ni siquiera lo había sido por amar al sexo de quien le había dado la vida.