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viernes, 6 de mayo de 2011

Bajo el efecto de...



“Bajo el efecto de…”

“Bajo el efecto de…”

“Las palabras no son tanto de quien las dice, si no de quien realmente las siente y vive su mensaje.”
Sergio Olarte

Con tal profundidad, como si mirara al horizonte dibujado entre sus manos, recibió un libro de Bécquer  que le entregaba su amante. Recorrió con sus dedos, largos y finos, la tapa dura y de edición antigua. Inmediatamente supo lo que hacer con él. Abrió cuidadosamente el libro y abanicó las hojas para sentir su aroma, se empalagó de aquel perfume que olía a humedad, encontró el punto exacto entre su alma, unida al pálpito de las hojas chocando entre sí, y el dulce sabor que provocaba el roce de las páginas contra sus labios.

Luego de aquel proceso observó detenidamente las frases, escritas bajo el dominio de un pulso erudito y marcadas con tinta de color azul, que decoraban la primera página, y entre idas y vueltas decidió leerlas en voz alta.

“Ante la luz tenue que se refleja en mi ventana, el alma de un poeta desciende de las sombras. Entre mis manos aparece esta obra que se comprometió a conquistarte… como yo, para que nunca se apague tu luz interior, para que siempre recuerdes cómo late un corazón.”

Debajo de la inscripción, estaba anotado un nombre al cuál besó con su memoria al recordarlo. Su amada ya se había ido, pero no pasó demasiado tiempo que ya habían vuelto a verse.

Luego de un cordial saludo, Jacobo alzó la vista al nivel de los ojos de su acompañante. Ya había oscurecido y no había suficiente luz como para ver su rostro con claridad, pero sin embargo le agradaba sentir el aire dilatado en las sombras, le agradaba oír su respiración bajo el efecto nocturno.

Se acercó lentamente y murmuró unas palabras en su oído.

-¿Por qué no puedes amarme de la misma manera en la que lo hago yo?
Al pronunciar esas palabras, su voz se apagó y perdió el ritmo. Sintió el estropicio de un corazón sin destellos ni estupor, por lo que se vio obligado a separarse de ella. Era tan fuerte su dolor, que sus cabellos dorados ahora le parecían de color marrón, que la belleza femenina de la mujer a la cual amaba había perdido su esencia.

-Podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía.- Contestó sin inicios de culpabilidad.

-¿Qué quiere decir eso? ¿Es que acaso tiene algo que ver con lo que he preguntado?

-¿Qué sucede?- Pregunta con desesperación- Dime- Hace una pausa, pero se apresura a hablar-¡Silencio! Es el amor que pasa.

-¿Entonces me amas? Si has dicho eso… ¿Entonces es lo que sientes?- Preguntó esperanzado.

-Ni aún sé lo que creo, sin embargo, éstas ansias me dicen que yo llevo algo divino aquí dentro.

Tras escuchar estas palabras, Jacobo se acercó a tal distancia que sus labios casi se sumergen en un mar de olas atrayentes de sentimientos verdaderos.

-Besa el aura que gime blandamente.

Su corazón comenzó a reclamar obediencia, por lo que desnuda el cuerpo de su amante. Ansiaba su cuerpo tanto como deseaba su alma, deseaba sus brazos tanto como deseaba a sus piernas.

Ante tal belleza se producía poco a poco una pasión que ni siquiera habían provocado y, bajo el efecto de un sueño, se recorría la realidad.

-De ansia de goces mi alma está llena-Dijo, como si pudiera leer la mente de su compañero enamorado.

Tal declaración inquietó a Jacobo, quién estaba a pocos centímetros de su boca. Podía oler claramente el dulce aroma de su piel, podía sentir el tacto de sus pechos endurecidos y a las manos de ella rodear su cuello ancho.

Comenzó por su pelo mientras besaba sus labios con delicadeza. Descendió lentamente hasta llegar a sus pechos y se introdujo en ella hasta finalizar.

La pasión se esfumó al igual que su amada pero no sintió decepción alguna. Ya había olido sus hojas, ya había leído sus páginas, ya había creído en sus palabras, ya se había despedido de su tapa.

-¿Por qué no puedes amarme de la misma manera en la que lo hago yo?

Se respondió a si mismo porque esta vez Bécquer no respondió. Había hecho el amor con un objeto inanimado, se había sumergido en su historia… pero la obra ya había finalizado, ya no podía introducirse en tan bellas palabras.
                                                                            FIN

CREEN QUE PODRÍA IR A UN CONCURSO LITERARIO?