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miércoles, 18 de agosto de 2010

Really outside my heart.

El fuego ardía mientras el humo invadía la blancura del cielo. La lucha en mi interior estaba comenzando. Mis pensamientos acechaban con tanta ferocidad que mis ojos dejaron de ver. Quedé cegada, perdida, alejada de cada sentimiento que en el pasado producía la aurora de otro mundo paralelo, diferente al que yo conocía como al producto de mi mente.
Las ideas peleaban las unas con las otras, tanto que varias de ellas resbalaron y cayeron en el fluido sanguíneo e hicieron el recorrido habitual que hacía al corazón latir y hacer circular cada sentimiento.
El atacante parecía verosímil pero no pude resistir la tentación de juzgar con la mente. Talvez la gravedad impedía que pusiera los pies sobre la tierra, me hacía volar hasta límites insospechados provocando una falta de equilibrio. Pero como cualquier ser volador… primero tuve que aprender a volar, pero fallé.

jueves, 12 de agosto de 2010

Adiós

El movimiento del vehículo, el ruído que retumbaba en mis oídos, el desequilibrio provocado por la rotación de sus ruedas junto al duro piso de cemento. Era un día de lluvia. Las gotas chocaban contra el cristal, se deslizaban, se besaban las unas a las otras y caían hacia el abismo. El vehículo seguía viajando mientras miraba a duras penas el paisaje desconocido. Recordé sus rostros tristes. Recorrí a tráves de mi mente el recuerdo a carne viva de sus manos luchando contra el viento para poder ir de derecha a izquierda en señal de despedida. Volví a mirar la lluvia caer y cada gota era señal de mi corazón roto, como si fuera mi propia sangre la que iba cayendo para así luego secarse y formar una herida.
Llegué. Veía aquel lugar travieso que jugaba con el punto de partida, congeniando una disputa.... pero el único punto que yo podía ver era uno negro, oscuro, que penetraba en mi alma corazones rotos y personalidades en ruinas.

domingo, 1 de agosto de 2010

Mentiras.

Una palabra hace eco y retumba en mis oídos. Intento comprender la verdad en aquella frase hasta lograr reconocer que todo era irreal, falso. Te miré a los ojos, no notaste aquel inoportuno descubrimiento y continuaste con tu relato. Talvez el dolor hubiera sido ajeno si esto realmente hubiera sucedido pero todo era producto de mi mente, la verdad estaba oculta, sin ser dicha. Había creado el momento para no enfrentar la realidad: la mentira latente que provocaba angustía y soledad. He de concluír que una mentira es falta de tolerancia pero limitarse a siquiera decirla es falta de esperanza.

CRISIS.

Escribo sentada, sobre una hoja sin frases, sin escencia y sin moralejas. Lo hago sobre un libro que desconozco, escuchando voces lejanas que rompen la pasión de una mente que se encuentra en blanco. Hojeo el libro que utilizo como sostén, huelo su aroma, siento su textura, encuentro la conexión entre ese objeto que tiene diversos significados. Lo cierro, cansada de saber que no puedo lograr manchar esta hoja. Me enfado con ella por su falta de piedad, por seducirme y dejar que mis inseguridades aparezcan. Pero vuelve a hacerlo una y otra vez, sin yo poder dejar de caer en sus garras.

María Paz.

Te extraño. Extraño cada palabra dicha, las de consuelo, las cómicas, las de reproche, las necesarias. Escuchando tu voz miles de recuerdos aparecieron en mi mente. Es de suma importancia mencionar aquellos momentos que venías ansiosa, con las novedades que flotaban en el aire. Cuando estuviste a mi lado en toda ocasión: enferma estaba y las sonrisas curaban, triste me encontraba y tus palabras sanaban, eufórica estaba y tus risas anhelaba.
A pesar del viaje puesto por la vida, allí estaré... como cuando tú estabas para mí. Mi querida amiga, en estre tren sin partida, diré: hasta el próximo reencuentro.

Soledad.

Un dolor punzante, proveniente de lo más profundo de mi alma, recorría cada céntimetro de mi débil piel convirtiéndome en un ser demasiado solitario como para ser parte de la tan desquiciada sociedad.




He de confesar que ese oscuro pasado me atormenta durante la noche, dándome a saber el cruel destino que está acechando a mi vida. No puedo huir de él, ya que ha provocado heridas tan profundas que ha dejado cicatrices: el temor a la sociedad. Soy un ser extraño, he de admitir.

El espejo reflejaba una imagen devastadora, cruel e incluso aterradora. Mis destellos castaños se encontraban fuera de orbita y mi mirada era tan profunda que daba a conocer el reflejo de mi alma. Me atrevo a decir que ni siquiera mi vestimenta era la apropiada para pertenecer a la humanidad. Ese perfil de mi no ayudaba a combatir la depresión que padecía, hasta lograba abrumarme.

Dada la circunstancia, intenté vencer el miedo y salí a las calles eternas. Logré notar que la luna no lograba alumbrar ningún sector y de hecho esa oscuridad no cooperaba demasiado.

Algo llamó mi atención. Miré a mi costado y ví que realmente no estaba sola.

Sonará demasiado singular a lo que a mi respecta, pero hoy decidí matar la soledad y me refugié en el amor... sin importar que eso pudiera lastimar a mi frágil corazón.

Caída

Y cae. Luego de un lento proceso, cae. Su rígido y frágil cuerpo va cambiando de posición. Primero boca abajo, luego de costado, evitando que el féroz viento acabe con su belleza. El aire entra en su interior, dejando su alma vacía, llena, sacando esa suciedad que había estado acumulando durante tanto tiempo luego de haber estado en el mismo sitio sin que nadie lo mirase. Pero por fin cae, siendo ese el final de su vida. Se hace pedazos y logra ser derrotado frente al duro atacante que lo mata sin piedad. Ese enemigo, ese al que tanto había temido antes de su muerte, miraba desde abajo pero frío, con dureza. Él ya sabía que iba a salir triunfador, no temía por la vida de aquel criistalino ser. La muerte le parecía ajena y se sentís indestructible, y así era en verdad: capaz de asesinar a cualquier ser que cayera e interviniera en su camino.


Una lágrima cayó en mi mejilla, igual que el jarrón que terminó haciendose añicos luego de caer al suelo. Iba a echarlo de menos.